Blogia

ProaThamacun

El Líder de la Frase Intrascendente

El Líder de la Frase Intrascendente

La frase "Insurgir, Resurge" fué grabada en la fachada del teatro "Profunda Esperanza" en honor a uno de los más grandes thamacuneses de la historia,  Florentino Turpin, apodado El Bardito. El teatro se ubicada en el ala este de la "Plaza de los Menesteres" y fué la sede escogida para celebrar el XXXVII Festival de Frases Intrascendentes.

Ya desde niño, Florentino era imbatible en el juego más popular de la chiquillada del Islote, la Caída de Hoja Libre, que consistía en  dejar caer desde un balcón la hoja de cualquier arbusto mientras los participante describían su vuelo a merced del viento hasta que caía al suelo. Turpin era brillante en la narración, tenía una inntata facilidad de palabra y como cada vez escogía hojas más ligeras logró desarrollar descripciones memorables que nunca olvidaron las numerosas personas que se congregaban debajo de algún balcón donde estuviera el muchacho con una hoja entre los dedos.

El talento de Florentino creció con los años y cumplidos los dieciocho, sus padres decidieron que la Universidad de Utrecht  era el centro de estudios más adecuado para acoger al joven y saciarsu inagotable sed de conocimiento. Allí llegó Turpin el verano de 1871 y ciertamente destacó entre todos por su inteligencia y modestia. La estancia en Holanda le permitió también a Florentino conocer el resto de Europa y empaparse de las corrientes más avanzadas del pensamiento de la época.

Fue en Toledo, durante unas cortas vacaciones de invierno en 1875, que Turpin recibió una carta de Thamacun escrita por su maestro Melchor del Campo en la que le comunicaba la impostergable necesidad de su precencia en el islote. Se había convocado el  XXXVII Festival de Frases Intrascendentes y la excepcional lucidez  de un joven cubano llegado días antes a Thamacun no tenía  rival entre los demás participantes.

Y hacia Thamacun, pasando antes por Lisboa y La Habana, partió Florentino sin pensarlo dos veces, le gustaban los retos y el honor de haber sido el escogido para enfrentarse a aquel  joven, lo henchía de orgullo. El viaje tardó más de lo previsto pero Turpin llegó a tiempo para el día final del Festival. Apenas hubo tiempo para el recibimiento y el muchacho fué conducido al teatro rápidamente. El joven cubano iba ser proclamdo ganador después de haber superado holgadamente a los demás participantes y conquistado al público que colmaba el coliseo con sus frases cortas, brillantes y excepcionalmente intrascendentes. Ese año, para realzar el evento, se había contratado  una soprano matancera, famosa por sostener el si durante cuatro minutos y medio, y recrear musicalmente las frases de los concursantes lo que hacía que se emplearan a fondo, además, en escoger palabras armoniosas al oído.

Florentino subió al escenario y su admirado Don Melchor, que hacía las veces de maestro de ceremonia, le señaló una silla mullida en un extremo para que esperara su momento mientras anunciaba  la entrada del joven cubano acompañado por Divina del Toro, la soprano. Se hizo el silencio y después de respirar profundamente, el joven pronunció convencido: "Honrar, Honra" ; acto seguido Divina  arrancó  entusiasmada a cantar aquella frase mientras el respetable aplaudía sin cesar. Don Melchor tampoco pudo reprimir el aplauso y hasta Florentino ensayó unas tímidas palmadas. Nunca se había escuchado en el "Profunda Esperanza" una frase tan brillante, profunda e intrascendente; pero Turpin no se amilanó y cuando el maestro le señaló, se puso en pie y se dirigió seguro al centro del escenario. Otra vez el silencio más absoluto, Florentino saludó a todos inclinando su cabeza, dirigió su vista a un punto indeterminado y soltó sin inmutarse "Insurgir, Resurge". La cantante lo miró extrañada y le preguntó "¿cómo?", Turpin le repitió la frase al oído y la Del Toro ya convencida  la recreó como nadie entre la ovación interminable de un auditorio entregado. La frase era brillante, paradójica, inteligente y lo más importante, lúcidamente intrascendente.

No había dudas, Florentino había entrado en la historia thamacunesa y la intrascendencia de su frase nunca fue superada. Cuando Don Melchor lo proclamó vencedor absoluto por aclamación, Turpin entre aplausos se llevaba la mano al pecho y la extendía después al público agradeciendo su apoyo con una tímida sonrisa. En medio de los aplausos, se acercó el joven cubano ofreciendo su mano presto a saludarle, se miraron fijamente mientras estrechaban sus manos.

-Enhorabuena Sr. Turpin, ha estado Ud. magnífico...

-Gracias, pero es Ud. quien ha engrandecido mi modesto triunfo.

-Para nada estimado, reconozco que ha sido Ud. superior. ¿Aceptaría cenar conmigo ésta noche?.

-Para mí sería un honor señor...señor...

-Martí, José Martí para servirle.

-Lo mismo digo Sr. Martí, ¿le parece bien en "El Cerdo que Ríe"?

-Por supuesto Sr. Turpin, es mi primera vez en Thamacun y me pongo en sus manos. 

Florentino y José cenaron copiosamente y entoe charla y buen vini extendieron la sobremesa hasta las 5 de la mañana del siguiente día. Hablaron del pasado, del presente, pero sobre todo del futuro. A las siete de la mañana, Turpin acompañó a su ya amigo al muelle grande y entre abrazos y cálidas palabras de despedida prometieron verse -sólo ellos sabían el por qué - veinte años después allí mismo, en Thamacun. A la semana siguiente Florentino regresó a Europa donde vivió el resto de sus días junto a su amada esposa Michelle y sus tres hijas. En la primavera de 1895, Florentino andaba por Madrid y al doblar una esquina escuchó los gritos de un vendedor de periódicos anunciando la muerte de un líder insurrecto en la guerra de Cuba, se acercó,  le arrebató un ejemplar de las manos y allí estaba, había oído bien, él  era el líder, su amigo, su mejor amigo de una noche inolvidable. No compró el diario. Lo devolvió entre las protestas del vendedor que exigía el pago pero no escuchó nada. Se alejó del lugar mientras una lágrima asomaba en sus ojos. 

Nota: El título de ésta Crónica es idea del escritor, periodista y editor Armando Añel. 

Párrafos Infames

Párrafos Infames


"Los ingleses, entretanto, abandonaban La Habana. Todo apuntaba hacia La Refundación." (Armando Añel)

Añel pensó un final para el post Thamacunes, y entre cucharada y cuharada de mermelada de frambuesa, la musa le trajo éstas dos oraciones. Las escribió, se dió el visto bueno y apuró el resto.

Pero Añel  "olvidó" entrecomillar el abandonaban y enumerar la Refundación. Por una parte me deja tranquilo porque se quita la careta de cronista e historiador oficial u oficioso y pone al descubierto que, cuando de Thamacun se habla, las reservas de maría se agotan en la ciudad correspondiente. Dispondré del tiempo necesario para desenmascarar a éstos renegados y todas las vergüenzas saldrán a la luz.

Una pincelada de la calaña Thamacunesa: En La Casa del Cerdo, las prostitutas eran llevadas por la fuerza -raptadas- de la Isla Grande- y después de un breve adiestramiento en las más degeneradas prácticas sexuales eran obligadas a ejercer a cambio de un mísero plato de comida. No se les permitía el contacto con sus familia quienes después de un tiempo las daban por muertas sin recibir siquiera una compensación de éstos gozadores. Un día daré más detalles. Pero no sólo raptaban chicas adolescentes para su goce incontrolado, también en la Isla Grande robaban los más bellos ejemplares de cerdas y terneras que eran, ¡cómo no!, destinados al placer zoófilo. Si algo se fué de Thamacun con La Ocupación fué, sin duda, el sentimiento de culpa.

 

El Encuentro de La Rosa de Paris

El Encuentro de La Rosa de Paris

Hay una historia que me contó Matilde Gonzaga y que quiero compartir con los lectores. Matilde es biznieta de la puta más famosa de La Habana de finales del XIX, Juliana Dufresne, conocida como "La Anolística" por su pasmosa facilidad para relajar el esfínter y ofrecer ese plus de excelencia que algunos hombres buscan cuando pagan por sexo. Aquí va la historia:

La fría tarde del 13 de febrero de 1889 pudo ser una más para Juliana pero unos segundos después de las cinco traspasó la discreta puerta de La Rosa de Paris la figura de un joven inglés, pequeño de estatura pero fuerte, bien vestido y sonrisa inquietante. Bastó un breve intercambio de miradas para que de entre las piernas de Juliana cayeran al suelo dos gotas de su intimidad desordenada. Tal era su excitación que aunque en la entrepierna del joven no se notaban signos de correspondencia, a ella no le importó.

Subieron a la suite y Juliana pronto descubrió que sí, que el deseo era mutuo pero que el instrumento para ejecutarlo era mínimo, casi simbólico, pero lo pasó por alto, la pasión que le provocaba Jason -así dijo llamarse- era tal que la Antología de las Posturas dejó de ser un delirio teórico para convertirse en una práctica demostrable.

Pasaron momentos, ratos, horas y hasta tres días sin atender a nadie. Por supuesto que Juliana no le cobró a Jason  y a partir de entonces El Inglesito se convirtió en su protegido  y mantenido. Jason se instaló en La Rosa de Paris y su vida fue, hasta el 4 de diciembre, la mejor de las posibles. Aquel día por la mañana Juliana despedía a un cliente cuando de reojo vio a Jason llegar muy nervioso, portando un ejemplar de Correspondencia de Cuba. Lo siguió hasta la suite y por más que preguntó no obtuvo respuesta que justificara tal actitud. El Inglesito, abrumado por el tono inquisidor de Juliana, tiró sobre la cama el periódico y se dirigió al bar de la planta baja para beber, para evadirse, para olvidar.

Apenas hojeó el periódico, Juliana  entendió todo, en la página seis estaba la respuesta, el secreto de Jason que se llevaría a la tumba. Rápidamente corrió escaleras abajo al encuentro de su Inglesito y, abrazándolo cual madre protectora, le susurró al oído “Thamacun, mañana te vas a Thamacun”.

Juliana, que tenía amigos en Thamacun e influyentes relaciones en La Habana, no cejó hasta conseguir un firme compromiso de ayuda y protección para Jason, una vez llegase al Islote. A las siete de la mañana una calesa esperaba al Inglesito en la puerta de La Rosa de Paris. La despedida fue breve, no hacía falta más, la noche estuvo llena de confesiones voluntarias y de promesas que, al parecer, se cumplieron.

Sólo se vieron tres veces más, dos en Thamacun y la última en Morón. Los dos murieron en 1896, Jason ahogado en el Támesis -así le llamaban en Thamacun al canal más ancho que se abría entre los manglares del sur- y Juliana apuñalada por un matón a sueldo de una honorable condesa habanera.

Cuando terminó la historia, Matilde se levantó de la butaca y se dirigió a una estantería de la enorme biblioteca, extrajo un libro con forro de piel roja y de entre sus hojas sacó un recorte de periódico ya amarillento y finísimo, me lo entregó y pude leer un fragmento -no quedaba más- de una crónica que se refería a unos crímenes ocurridos en Londres en 1888 y de su presunto autor, bautizado como El Destripador. Jack , El Destripador.

 

 

Nota: El título de ésta Crónica es idea del escritor, periodista y editor Armando Añel. 

Las Vergüenzas de Thamacun

Las Vergüenzas de Thamacun

Un día se escribirá la verdadera historia y las crónicas infames, la propaganda demagógica y las loas panfleteras a El Hecho, alojadas en este foro, quedarán como lo que son: una infamia.

Cuba Central ha sido un semillero contaminado por todos y cada uno de los que pensaron que las palomitas que volaban eran de maíz: ¡ingenuos levitantes! Thamacun esconde sus vergüenzas y la Espantá -eso que llamáis Exodo - tiene cuentas pendientes y Cuba Inglesa la mayor de todas.

Es un hecho probado que los nefastos C.D.R. fueron ideados en Thamacun y, ¡qué casualidad!, también un 28 de septiembre, pero de 1958. Jugaron con fuego y terminaron en la pira de la vergüenza. ¿Los creadores? Todos, porque en su perseverancia reconquistadora no tuvieron límites. ¿Será por este hecho que El Flautista de Hamelin fue una obra prohibida en Thamacun y los Hnos Grimm son considerados escritores malditos? La respuesta es obvia.

Otro hecho probado y no menos importante fue la participación activa de estos cobardes en la creación de la Sala W. Tell  , en la Biblioteca Nacional José Martí. Entrar en ella precisaba de ciertos códigos que no todos conocían, pues entre ellos había (hay) élites de un comportamiento claramente sectario. En dicha sala se encontraban incunables de un valor incalculable, cuyo contenido guardan celosamente, pues fueron sacados clandestinamente aprovechando el éxodo de Camarioca. Hace años que el British Museum reclama la propiedad de dichos documentos y el M5 está en ello. Esa sala y esos documentos son el origen de la Cuba de hoy, no lo duden.

Por último: El Magnicidio. Magnicidio es una palabra prohibida en Cuba Inglesa, fué borrada de su leguaje -dialecto de cirqueros de Northampton- y no existe ni siquiera en los códigos que usan para reconocerse,  ¿por qué?,  pues porque ahí está la clave de su invisibilidad, de su permanente huída celestial. Quisieron pagar una deuda y no calcularon las consecuencias. Noviembre de 1963, Dallas...

El Inseparable

El Inseparable

Hay un expediente -el HD/775980- que reposa en una de las cámaras secretas del MINFAR en La Habana. Está clasificado como Alto Secreto y los pocos altos jefes militares que saben de su existencia lo llaman el del Incidentico. Hay sin embargo un ex comandante de la Marina Real Británica retirado en Marbella de nombre Perceval Thorpe, que lo llama el de la Reconquista.

Corrían los últimos días del mes de junio de 1982 y el submarino Gibraltar regresaba de la guerra de Las Malvinas rumbo a su base, no muy lejos de Liverpool. El viaje transcurría sin incidentes reseñables y el júbilo por la reciente victoria ante los argentinos invadía a todos. Perceval, mientras tanto, mantenía la calma y recordaba la promesa hecha a su padre antes de morir: "Thamacun volverá a ser nuestro". Y fué entonces que para sorpresa de todos, ordenó cambiar el rumbo de la marcha, atravesar el estrecho de Yucatán y girar hacia el este, hacia un pequeño islote -oficialmente un cayo- conocido en todos los mapas cubanos como El Inseparable, y que su padre llamaba Thamacun.

La madrugada del 7 de julio de 1982 transcurría sin novedad para Emiliano Peón, un guajirito de Perea que cumplía su Servicio Militar como soldado guardafronteras destinado en El Inseparable. Exactamente a la 3:07 de la madrugada Emiliano bebía wachipupa de un jarro mugriento de aluminio cuando vio emerger a lo lejos una inmensa mole oscura. Primero pensó que era algún bicho -él era del campo-, pero cuando observó unas pequeñas luces azules y una barcaza que se acercaba no dudó que se trataba de una invasión. El soldado Peón estaba solo, su AK reglamentario lo había mojado mientras orinaba cerca del manglar y su voz aflautada no asustaba a nadie. Pese a ello, Emiliano dio el alto quién vive a los tres intrusos que ya desembarcaban en la playa.

Perceval fue el único que saltó a tierra. Ordenó a sus acompañantes que lo aguardaran y con paso cansado, pero firme, se dirigió al encuentro del soldadito Emiliano. Nadie supo jamás de lo que hablaron, pero el comandante sacó de debajo de su chaqueta lo que parecía ser una tela doblada y cuatro tabletas de chocolate Cadbury. Estuvieron juntos más de dos horas riendo y compartiendo como viejos amigos.

Los acompañantes de Perceval que esperaban en la barcaza vieron de pronto cómo su comandante y el soldadito se ponían de pie y se fundían en un abrazo, vieron también cómo su jefe respiraba profundamente y recogía un puñado de arena que guardó en uno de sus bolsillos. Regresaron a la nave y esperaron el amanecer. Todos en el submarino estaban pendientes del comandante  y del islote.

Amaneció y en la única palmera de El Inseparable ondeaba una extraña bandera, la felicidad desbordaba a Perceval y contagiaba al resto de la tripulación, que no entendía nada. Exactamente a las 7:33 de la mañana vio Perceval, desde su posición, a tres hombres uniformados que se acercaban a Emiliano de malas maneras mientras una ráfaga de ametralladora hacía caer el estandarte. Paradójicamente, en la cara del soldadito se dibujaba una sonrisa.

Nunca más supieron el uno del otro, nunca se comentó el Incidentico, pero a Perceval le quedó la satisfacción de la promesa cumplida: El Inseparable volvió a ser Thamacun por 4h: 26m : 43s. Hoy el ex comandante vive un retiro dorado en la Costa del Sol española, y cada 7 de julio se viste de gala para celebrar su victoria más apreciada. Emiliano regresó a Perea y nunca más ha podido salir del pueblo. Recibe periódicamente, desde España, un lote de chocolate, y desde La Habana una carta que lee, rompe y quema.

Nota:El título de ésta Crónica es idea del escritor, periodista y editor Armando Añel.